Viajando rápido tengo la sensación de que no viajo: la tierra cambia a
mi alrededor. Con una cierta sorpresa veo como una ciudad me rodea,
extraña. Su contundencia es incuestionable pero no alcanza; la siento
mentira. De esta escenografía que ocupa mis ojos desconfío; las calles
que no recorro probablemente no existan.
Imagino que podría ser
yo quien la proyecta, magnífica e inabarcable. Me enternezco en pensar
que me invento ciudades, llenas de rostros, sabores y acentos. Mi cuerpo
sigue acostado en alguna cama de mi niñez con los ojos en el tiempo.
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